Llevar estos dos héroes al Panteón Nacional es un hecho
trascendente
El miércoles pasado, el Senado de la República convirtió en ley el proyecto
que exhuma y traslada los restos mortales de coronel Rafael Tomás Fernández
Domínguez, al Panteón Nacional. Unas semanas antes se había dispuesto también
por ley, el traslado de Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Estas dos decisiones son altamente significativas para las generaciones vivas, pues se trata de reconocer en su justa medida, a dos dominicanos que por su trayectoria, por sus aportes y por sus sacrificios son verdaderos Héroes Nacionales del siglo XX dominicano.
Rafael Tomás Fernández Domínguez, militar de carrera, honesto, de gran carisma personal, ante la ignominia que representó el golpe militar contra el gobierno constitucional del Profesor Juan Bosch organizó en el seno de las Fuerzas Armadas, un movimiento para restituir la Constitución de 1963 y el gobierno derrocado del Presidente Juan Bosch.
En ese esfuerzo puso todo su empeño, amor y sacrificio, dando lugar a que el levantamiento se produjera el 24 de abril de 1965, poniéndole con ello término al gobierno de facto del Triunvirato.
Fernández Domínguez que había sido sacado del país, logra ingresar y encabeza la toma del Palacio Nacional, un 19 de mayo de 1965, perdiendo la vida.
Precisamente es Fernández Domínguez quien enrola en el Movimiento Constitucionalista a Francisco Alberto Caamaño Deñó, asumiendo éste, por el exilio forzado del coronel Fernández Domínguez, la dirección del Movimiento Constitucionalista y la Presidencia de la República de forma provisional, a pedimento del Profesor Juan Bosch.
Estos dos héroes de la Patria lucharon y dieron lo mejor de sí por el restablecimiento de la Constitución pisoteada, por el respeto a la soberanía popular y para la restitución del gobierno constitucionalmente electo; pero además, y aquí su actuación adquiere el rango de epopeya, defendieron la soberanía nacional frente a la segunda intervención norteamericana del 28 de abril del 1965. Después del 1965, como todos sabemos, 7 años después Francisco Alberto Caamaño retorna por Playa Caracoles encabezando una expedición guerrillera y es asesinado, luego de ser apresado.
Llevar los restos mortales de estos dos Héroes de la Patria al Panteón Nacional es un hecho, diríamos que trascendente.
Ahora bien, una se pregunta: ¿Cómo se puede honrar y reconocer la acción de estos dos patriotas y al mismo tiempo no asumir los principios y los valores por los que ellos lucharon y dieron sus vidas?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no fortalecer la institucionalidad democrática y el respeto a la ley?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no trabajar por una sociedad de mayor igualdad?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no defender la soberanía nacional y el patrimonio cultural y ambiental de nuestra nación?
Y es que Fernández Domínguez y Francisco Caamaño no fueron héroes de papel, sino que ellos asumieron y encarnaron los mayores sacrificios defendiendo ideas, principios, valores y convicciones: Ellos lucharon por la democracia, la libertad, la justicia social y la soberanía e independencia nacionales.
Nos corresponde honrar su memoria construyendo la República Dominicana por la que ellos lucharon y sacrificaron sus vidas, que es su mayor legado a las presentes generaciones.
Estas dos decisiones son altamente significativas para las generaciones vivas, pues se trata de reconocer en su justa medida, a dos dominicanos que por su trayectoria, por sus aportes y por sus sacrificios son verdaderos Héroes Nacionales del siglo XX dominicano.
Rafael Tomás Fernández Domínguez, militar de carrera, honesto, de gran carisma personal, ante la ignominia que representó el golpe militar contra el gobierno constitucional del Profesor Juan Bosch organizó en el seno de las Fuerzas Armadas, un movimiento para restituir la Constitución de 1963 y el gobierno derrocado del Presidente Juan Bosch.
En ese esfuerzo puso todo su empeño, amor y sacrificio, dando lugar a que el levantamiento se produjera el 24 de abril de 1965, poniéndole con ello término al gobierno de facto del Triunvirato.
Fernández Domínguez que había sido sacado del país, logra ingresar y encabeza la toma del Palacio Nacional, un 19 de mayo de 1965, perdiendo la vida.
Precisamente es Fernández Domínguez quien enrola en el Movimiento Constitucionalista a Francisco Alberto Caamaño Deñó, asumiendo éste, por el exilio forzado del coronel Fernández Domínguez, la dirección del Movimiento Constitucionalista y la Presidencia de la República de forma provisional, a pedimento del Profesor Juan Bosch.
Estos dos héroes de la Patria lucharon y dieron lo mejor de sí por el restablecimiento de la Constitución pisoteada, por el respeto a la soberanía popular y para la restitución del gobierno constitucionalmente electo; pero además, y aquí su actuación adquiere el rango de epopeya, defendieron la soberanía nacional frente a la segunda intervención norteamericana del 28 de abril del 1965. Después del 1965, como todos sabemos, 7 años después Francisco Alberto Caamaño retorna por Playa Caracoles encabezando una expedición guerrillera y es asesinado, luego de ser apresado.
Llevar los restos mortales de estos dos Héroes de la Patria al Panteón Nacional es un hecho, diríamos que trascendente.
Ahora bien, una se pregunta: ¿Cómo se puede honrar y reconocer la acción de estos dos patriotas y al mismo tiempo no asumir los principios y los valores por los que ellos lucharon y dieron sus vidas?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no fortalecer la institucionalidad democrática y el respeto a la ley?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no trabajar por una sociedad de mayor igualdad?
¿Cómo se puede honrar a Fernández Domínguez y a Caamaño Deñó y al mismo tiempo no defender la soberanía nacional y el patrimonio cultural y ambiental de nuestra nación?
Y es que Fernández Domínguez y Francisco Caamaño no fueron héroes de papel, sino que ellos asumieron y encarnaron los mayores sacrificios defendiendo ideas, principios, valores y convicciones: Ellos lucharon por la democracia, la libertad, la justicia social y la soberanía e independencia nacionales.
Nos corresponde honrar su memoria construyendo la República Dominicana por la que ellos lucharon y sacrificaron sus vidas, que es su mayor legado a las presentes generaciones.
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