jueves, 11 de junio de 2015

La muerte de un discurso

POR OLAYA DOTEL

El silencio del presidente Danilo Medina frente a las negociaciones y los pactos para la modificación constitucional ha ido matando su propia credibilidad. Se trata de un silencio con vientos de cementerio que parece revelar lo indecible de la postura con la cual el mismo Medina enfrentó la reelección hace cuatro años, cuando durante su campana la definió como un “gran mal” asociado a los costes institucionales, económicos y morales que históricamente ha conllevado.

Para Hannah Arendt la política no puede existir sin un discurso, por lo que si las acciones reeleccionistas van acompañadas del silencio de Medina, su principal beneficiario, entonces inevitablemente estaríamos asistiendo al desdoblamiento de una política y con ello a la conversión del presidente en uno más de los tantos políticos mentirosos que registra la historia dominicana.



Una política que en apariencia intenta conciliar temas de derechos humanos y cercanía con los sectores populares, especialmente de la zona rural. Ese enmarcado le supuso a Medina no solo obtener el favor de segmentos de la clase media, sino también marcar distancia del estilo de gobierno de Leonel Fernández.

Por otro lado, los “honorables” del Congreso, constituidos en Asamblea Revisora, intentan intimidar a las pocas voces que denuncian la compra y venta de voluntades. Haciendo un llamado a la “institucionalidad”, se evoca la figura de la comisión disciplinaria para intentar silenciar las voces disidentes y la política de la oposición.

Visto de ese modo, la institucionalidad (entre comillas) resulta una de las armas con la que cuenta el proyecto reeleccionista. Ministerio Público, Altas Cortes, Congreso, Junta Central Electoral, Policía Nacional, Fuerzas Armadas. Todas prestas para intimidar y aplastar.

Asimismo, los esfuerzos de silenciar las voces críticas revelan el miedo (lo indecible) del danilismo a los vientos de cementerio que está provocando el proyecto reeleccionista.

El cementerio es el espacio donde los cuerpos finalmente se desintegran entre fluidos y hedores. Así, el silencio de Danilo Medina parece expandir un olor a sepulcro con efecto contagioso. Es la antesala de la muerte de un discurso.

Tomado de nuestrotiempo.com.do

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