Hacemos votos para que cese confrontación individual en el PRD
Creo haber escrito escasas líneas sobre política y políticos en mis más de
veinte años que tengo garrapateando los sábados unas cuartillas en las cuales
expreso mi punto de vista sobre diferentes temas y situaciones que como
observador o actor directo en las mismas me han tocado vivir.
Lo sucedido el domingo 26 del pasado mes en el local del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) es una consecuencia directa de la falta de liderazgo del principal partido opositor del país y del tozudo y feroz enfrentamiento personal entre los dos máximos dirigentes del mismo. Por supuesto, esto no hubiese ocurrido si el doctor José Francisco Peña Gómez estuviese vivo, ya que él era el ente moderador dentro del partido.
Nuestra participación en política partidista fue muy breve, apenas ocho años, en donde asistí a la segunda gran división, precisamente del PRD, ya que nacieron el Partido Revolucionario Independiente (PRI) y el Bloque Institucional Socialista (BIS). Al ser amigo del licenciado Jacobo Majluta y éste ofrecerme la primera diputación por la provincia de la cual soy oriundo, Puerto Plata, para las elecciones del 1990, acepté sin titubeos. Esto significó tener que abandonar mis actividades profesionales y agropecuarias, ya que tuve que movilizarme durante tres meses en los ocho municipios que componen esa provincia.
Ya en el fragor de la campaña, una noche encontrándome en El Mamey, me abordaron el doctor Víctor Gómez Bergés y el general Aurelio Rosario Polanco, jefe de la Guardia Presidencial, y me expresaron que mi profesor de Derecho, el presidente doctor Joaquín Balaguer, me ofrecía la primera diputación por el Partido Reformista. No obstante tener la certeza de que Puerto Plata era un bastión reformista y de aceptar ganaría ampliamente la curul, por lealtad al amigo candidato del PRI decliné la tentadora oferta y aunque finalmente perdí, sentí orgullo de haber sido leal al amigo y a mis principios.
En las elecciones del 1994, las diferencias entre Majluta y Peña se agudizaron. Pero al enfermar gravemente Jacobo durante la campaña electoral, reunió a la Comisión Política del PRI de la cual formábamos parte y desde su lecho de convaleciente en Miami, con voz de ultratumba nos expresó que en una visita que le hiciera el doctor Peña Gómez se habían reconciliado y que por lo tanto nuestra Comisión Política debía refundirse con la del PRD, para tratar de lograr que el doctor Peña Gómez obtuviese la presidencia de la República frente al doctor Balaguer.
Como le habíamos prometido a Jacobo antes de su fallecimiento, nos integramos a la nueva Comisión Política mixta y trabajamos denodadamente hasta el último día de la campaña electoral ; sin embargo, el doctor Balaguer se alzó con el triunfo. Fuimos entonces a despedirnos del doctor Peña Gómez y expresarle que abandonábamos definitivamente las actividades políticas partidistas. Recuerdo que él con su voz estentórea nos dijo: “doctor Martínez, de mi mano lo llevaré al Comité Político del PRD”. De nuestra parte agradecimos esta generosa oferta y le expresamos que habíamos gastado ingentes recursos en la dilatada campaña electoral los cuales debíamos recuperar y que a partir de ese momento nuestro comité político estaba en la plaza artesanal Bibijagua que estábamos construyendo en Bávaro, provincia La Altagracia.
Hemos relatado esta historia por vez primera, para demostrar que dos políticos de fuste y de arraigo popular como lo fueron Majluta y Peña Gómez pudieron reconciliarse sin representar una batalla campal como la escenificada el domingo frente al local del PRD. Por eso, hacemos votos para que la sensatez, la cordura y la madurez política invada a los opositores y cese esta confrontación individual, no ideológico entre el ex presidente Hipólito Mejía y el ingeniero Miguel Vargas Maldonado, para que el PRD pueda realizar una oposición sana y vigorosa que sirva de moderadora y reguladora de las actuaciones del partido en el poder.
Lo sucedido el domingo 26 del pasado mes en el local del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) es una consecuencia directa de la falta de liderazgo del principal partido opositor del país y del tozudo y feroz enfrentamiento personal entre los dos máximos dirigentes del mismo. Por supuesto, esto no hubiese ocurrido si el doctor José Francisco Peña Gómez estuviese vivo, ya que él era el ente moderador dentro del partido.
Nuestra participación en política partidista fue muy breve, apenas ocho años, en donde asistí a la segunda gran división, precisamente del PRD, ya que nacieron el Partido Revolucionario Independiente (PRI) y el Bloque Institucional Socialista (BIS). Al ser amigo del licenciado Jacobo Majluta y éste ofrecerme la primera diputación por la provincia de la cual soy oriundo, Puerto Plata, para las elecciones del 1990, acepté sin titubeos. Esto significó tener que abandonar mis actividades profesionales y agropecuarias, ya que tuve que movilizarme durante tres meses en los ocho municipios que componen esa provincia.
Ya en el fragor de la campaña, una noche encontrándome en El Mamey, me abordaron el doctor Víctor Gómez Bergés y el general Aurelio Rosario Polanco, jefe de la Guardia Presidencial, y me expresaron que mi profesor de Derecho, el presidente doctor Joaquín Balaguer, me ofrecía la primera diputación por el Partido Reformista. No obstante tener la certeza de que Puerto Plata era un bastión reformista y de aceptar ganaría ampliamente la curul, por lealtad al amigo candidato del PRI decliné la tentadora oferta y aunque finalmente perdí, sentí orgullo de haber sido leal al amigo y a mis principios.
En las elecciones del 1994, las diferencias entre Majluta y Peña se agudizaron. Pero al enfermar gravemente Jacobo durante la campaña electoral, reunió a la Comisión Política del PRI de la cual formábamos parte y desde su lecho de convaleciente en Miami, con voz de ultratumba nos expresó que en una visita que le hiciera el doctor Peña Gómez se habían reconciliado y que por lo tanto nuestra Comisión Política debía refundirse con la del PRD, para tratar de lograr que el doctor Peña Gómez obtuviese la presidencia de la República frente al doctor Balaguer.
Como le habíamos prometido a Jacobo antes de su fallecimiento, nos integramos a la nueva Comisión Política mixta y trabajamos denodadamente hasta el último día de la campaña electoral ; sin embargo, el doctor Balaguer se alzó con el triunfo. Fuimos entonces a despedirnos del doctor Peña Gómez y expresarle que abandonábamos definitivamente las actividades políticas partidistas. Recuerdo que él con su voz estentórea nos dijo: “doctor Martínez, de mi mano lo llevaré al Comité Político del PRD”. De nuestra parte agradecimos esta generosa oferta y le expresamos que habíamos gastado ingentes recursos en la dilatada campaña electoral los cuales debíamos recuperar y que a partir de ese momento nuestro comité político estaba en la plaza artesanal Bibijagua que estábamos construyendo en Bávaro, provincia La Altagracia.
Hemos relatado esta historia por vez primera, para demostrar que dos políticos de fuste y de arraigo popular como lo fueron Majluta y Peña Gómez pudieron reconciliarse sin representar una batalla campal como la escenificada el domingo frente al local del PRD. Por eso, hacemos votos para que la sensatez, la cordura y la madurez política invada a los opositores y cese esta confrontación individual, no ideológico entre el ex presidente Hipólito Mejía y el ingeniero Miguel Vargas Maldonado, para que el PRD pueda realizar una oposición sana y vigorosa que sirva de moderadora y reguladora de las actuaciones del partido en el poder.
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