Para el PLD sostenerse en el poder necesita una oposición débil
Los sistemas democráticos no están concebidos para el unipartidismo porque
requieren de alternancia y alternativas como expresión de la siempre presente
diversidad política, y como mecanismo para encauzar los descontentos
sociales.
En República Dominicana no hay en estos momentos un unipartidismo propiamente dicho. La cantidad de votos que obtuvo el PRD en las elecciones más recientes lo demuestra. Sin embargo, hay un bipartidismo débil por la dificultad que ha mostrado el PRD para construir mayoría ganadora desde 2004, por su insignificante papel de oposición, y por la confrontación actual que puede derivar en una división del partido.
Aunque las fuerzas conservadoras lo han intentado, en el país no ha sido posible afianzar un sistema unipartidista en el post-trujillismo. Incluso en los doce años de Balaguer (1966-1978), con un uso extensivo de la represión y el fraude, no pudo afianzarse el unipartidismo. Balaguer dinamitó la izquierda, pero no pudo aplastar el perredeísmo que en 1978 salió victorioso.
Desaparecido Balaguer, los sectores conservadores dominicanos apostaron al liderazgo de Leonel Fernández, y para preservar sus beneficios, endosaron el ensanchamiento del Estado clientelar de manera que los peledeístas pudieran acceder a la repartición de bienes públicos, acumular capitales y gestar una clientela política propia.
Este proyecto ha descansado en tres condiciones hasta ahora favorables al peledeísmo y sus aliados.
Primero, un modelo económico fundamentado en el aumento del gasto público, el endeudamiento externo y los impuestos bajo acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Segundo, un excesivo electoralismo con elecciones cada dos años que satisfizo las necesidades y expectativas clientelares de amplios segmentos sociales. Tercero, la disfuncionalidad política del PRD.
Hacia el futuro, el gobierno peledeísta enfrenta desafíos sobre todo en los dos primeros pilares.
La reciente reforma tributaria mostró que la población comienza a cansarse de aceptar mayores cargas impositivas. Las protestas de octubre y noviembre pasado encabezadas por jóvenes de capas medias representaron las primeras reacciones de descontento, y todavía se desconoce el impacto que tendrá en la psiquis política dominicana el aumento del costo de la vida.
Las elecciones cada dos años mantuvieron en efervescencia el sistema político dominicano porque había un proceso electoral cada año, fueran primarias o elecciones nacionales a nivel legislativo-municipal o presidencial. La eliminación de las elecciones cada dos años impone mayores retos al gobierno para mantener legitimidad durante un período más largo.
El descalabre del PRD sigue siendo una tabla de salvación del gobierno peledeísta para gobernar a sus anchas y mantenerse en el poder. Desde la transición política de 1978, el PRD se ha caracterizado por el desafuero interno, lo que facilitó el retorno de Joaquín Balaguer al poder en 1986 y de Leonel Fernández en el 2004.
En vez de disminuir, la disfuncionalidad perredeísta ha aumentado en los últimos tiempos por falta de un liderazgo articulador como el José F. Peña Gómez, por las deficiencias de las dos figuras que dominan actualmente el partido, y por las injerencias del gobierno para explotar las debilidades perredeístas.
Sin duda, para el PLD sostenerse en el poder por largo tiempo necesita una oposición débil, porque no cuenta con resortes propios suficientes para lograrlo. Un amplio segmento de la población percibe mucha corrupción gubernamental, mucha inseguridad ciudadana, alto costo de la vida y falta de oportunidades.
La sencillez de estilo de Danilo Medina airea el ambiente político y beneficia el gobierno, pero no es sustituto a la solución de los problemas que enfrenta el país. De ahí que para el PLD y aliados, la debilidad del PRD es altamente beneficiosa para contener el efecto de los descontentos.
En República Dominicana no hay en estos momentos un unipartidismo propiamente dicho. La cantidad de votos que obtuvo el PRD en las elecciones más recientes lo demuestra. Sin embargo, hay un bipartidismo débil por la dificultad que ha mostrado el PRD para construir mayoría ganadora desde 2004, por su insignificante papel de oposición, y por la confrontación actual que puede derivar en una división del partido.
Aunque las fuerzas conservadoras lo han intentado, en el país no ha sido posible afianzar un sistema unipartidista en el post-trujillismo. Incluso en los doce años de Balaguer (1966-1978), con un uso extensivo de la represión y el fraude, no pudo afianzarse el unipartidismo. Balaguer dinamitó la izquierda, pero no pudo aplastar el perredeísmo que en 1978 salió victorioso.
Desaparecido Balaguer, los sectores conservadores dominicanos apostaron al liderazgo de Leonel Fernández, y para preservar sus beneficios, endosaron el ensanchamiento del Estado clientelar de manera que los peledeístas pudieran acceder a la repartición de bienes públicos, acumular capitales y gestar una clientela política propia.
Este proyecto ha descansado en tres condiciones hasta ahora favorables al peledeísmo y sus aliados.
Primero, un modelo económico fundamentado en el aumento del gasto público, el endeudamiento externo y los impuestos bajo acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Segundo, un excesivo electoralismo con elecciones cada dos años que satisfizo las necesidades y expectativas clientelares de amplios segmentos sociales. Tercero, la disfuncionalidad política del PRD.
Hacia el futuro, el gobierno peledeísta enfrenta desafíos sobre todo en los dos primeros pilares.
La reciente reforma tributaria mostró que la población comienza a cansarse de aceptar mayores cargas impositivas. Las protestas de octubre y noviembre pasado encabezadas por jóvenes de capas medias representaron las primeras reacciones de descontento, y todavía se desconoce el impacto que tendrá en la psiquis política dominicana el aumento del costo de la vida.
Las elecciones cada dos años mantuvieron en efervescencia el sistema político dominicano porque había un proceso electoral cada año, fueran primarias o elecciones nacionales a nivel legislativo-municipal o presidencial. La eliminación de las elecciones cada dos años impone mayores retos al gobierno para mantener legitimidad durante un período más largo.
El descalabre del PRD sigue siendo una tabla de salvación del gobierno peledeísta para gobernar a sus anchas y mantenerse en el poder. Desde la transición política de 1978, el PRD se ha caracterizado por el desafuero interno, lo que facilitó el retorno de Joaquín Balaguer al poder en 1986 y de Leonel Fernández en el 2004.
En vez de disminuir, la disfuncionalidad perredeísta ha aumentado en los últimos tiempos por falta de un liderazgo articulador como el José F. Peña Gómez, por las deficiencias de las dos figuras que dominan actualmente el partido, y por las injerencias del gobierno para explotar las debilidades perredeístas.
Sin duda, para el PLD sostenerse en el poder por largo tiempo necesita una oposición débil, porque no cuenta con resortes propios suficientes para lograrlo. Un amplio segmento de la población percibe mucha corrupción gubernamental, mucha inseguridad ciudadana, alto costo de la vida y falta de oportunidades.
La sencillez de estilo de Danilo Medina airea el ambiente político y beneficia el gobierno, pero no es sustituto a la solución de los problemas que enfrenta el país. De ahí que para el PLD y aliados, la debilidad del PRD es altamente beneficiosa para contener el efecto de los descontentos.
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