Con pasividad pasmosa, nuestra sociedad da por bueno y válido todo lo que se
publica, dice el gobierno de turno o el teórico del momento. Y si bien es cierto
que, para ser justos, hemos de considerar que todo un sistema y sus artífices
han empleado durante siglos técnicas de alienación, no deja de impactar como se
asumen muchos mitos.
Uno transversal, es la democracia. Comenzando por el afán de ponerle apellidos como electoral o participativa, que desvirtúa el concepto primario, y siguiendo por una simple revisión etimológica (demo= pueblo/ Kratós= poder), bastaría para cuestionar de entrada la idea de que en el país hay democracia.
No obstante, son muchos los que reivindican la libertad de expresión y publicación. Alegan la falta de estas en tiranías como la de Rafael Leónidas Trujillo para sostener la existencia de un régimen democrático. Pero es suficiente considerar: 1. que hay medios e instituciones con temas vedados; 2. que no todo el mundo tiene la misma oportunidad de publicación; y 3. que existen personas que han sido censuradas o castigadas por su forma de pensar. Estas consideraciones sirven para preguntarnos ¿Cuál democracia?
Otro elemento a cuestionar, y es básico en la concepción filosófica de la democracia, hecha por Platón y Aristóteles, es la igualdad de los seres humanos en el marco del sistema, la participación del pueblo y su representatividad en las instancias de gobierno. Para nadie es un secreto que las masas se consultan cada cuatro años y que el resto del tiempo el grupito que está en el poder (tanto público como privado) decide todo por todos sin contemplar mecanismos de consultas como es un plebiscito.
Tampoco es un secreto la ilegitimidad de diputados, senadores, presidentes, gobernadores, entre otros, que son “elegidos” en base el clientelismo y la compra de cédulas y votos.
Lo cierto es que más de uno ha dicho sin inmutarse que actúa en base a líneas partidarias o amenazas del Cardenal. Para muestra dos botones: aprobación del contrato de la Barrick Gold y negativa total al aborto.
¿Qué decir de los derechos? Aunque nuestra Constitución tenga la osadía de rezar que somos un Estado Social, Democrático y de Derecho, nada más lejos de la verdad, cuando la mayoría de los dominicanos no tiene garantizado el acceso a la salud, la alimentación, la vivienda, la seguridad ciudadana, siendo estos un lujo que solo puede darse una minoría. ¡Nada más antidemocrático!
Uno transversal, es la democracia. Comenzando por el afán de ponerle apellidos como electoral o participativa, que desvirtúa el concepto primario, y siguiendo por una simple revisión etimológica (demo= pueblo/ Kratós= poder), bastaría para cuestionar de entrada la idea de que en el país hay democracia.
No obstante, son muchos los que reivindican la libertad de expresión y publicación. Alegan la falta de estas en tiranías como la de Rafael Leónidas Trujillo para sostener la existencia de un régimen democrático. Pero es suficiente considerar: 1. que hay medios e instituciones con temas vedados; 2. que no todo el mundo tiene la misma oportunidad de publicación; y 3. que existen personas que han sido censuradas o castigadas por su forma de pensar. Estas consideraciones sirven para preguntarnos ¿Cuál democracia?
Otro elemento a cuestionar, y es básico en la concepción filosófica de la democracia, hecha por Platón y Aristóteles, es la igualdad de los seres humanos en el marco del sistema, la participación del pueblo y su representatividad en las instancias de gobierno. Para nadie es un secreto que las masas se consultan cada cuatro años y que el resto del tiempo el grupito que está en el poder (tanto público como privado) decide todo por todos sin contemplar mecanismos de consultas como es un plebiscito.
Tampoco es un secreto la ilegitimidad de diputados, senadores, presidentes, gobernadores, entre otros, que son “elegidos” en base el clientelismo y la compra de cédulas y votos.
Lo cierto es que más de uno ha dicho sin inmutarse que actúa en base a líneas partidarias o amenazas del Cardenal. Para muestra dos botones: aprobación del contrato de la Barrick Gold y negativa total al aborto.
¿Qué decir de los derechos? Aunque nuestra Constitución tenga la osadía de rezar que somos un Estado Social, Democrático y de Derecho, nada más lejos de la verdad, cuando la mayoría de los dominicanos no tiene garantizado el acceso a la salud, la alimentación, la vivienda, la seguridad ciudadana, siendo estos un lujo que solo puede darse una minoría. ¡Nada más antidemocrático!
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