El 13 de agosto de 1998 participó en un desayuno con representantes de los
medios del Grupo Corripio
Corría el mes de agosto del año 1998 cuando Hugo Chávez, entonces candidato
presidencial de Venezuela, visitó la República Dominicana y se confesaba como
un creyente de la verdadera democracia.
“Somos una fuerza civilista, democrática, no andamos impulsando militarismo en América Latina y siempre hemos andado alejados de esas corrientes dictatoriales clásicas porque creemos en la verdadera democracia”, aseguró Chávez durante un desayuno que le ofrecieron los medios del Grupo Corripio el jueves 13 de agosto.
De esta forma Chávez rechazaba que el Movimiento Quinta República (MVR), que fundó para presentarse en las elecciones, estuviera inserto en una corriente militarista. Y es que, aunque procedía de las Fuerzas Armadas, Chávez afirmó que su propuesta no debía verse como la de “los militares con ansias de poder”.
Su apuesta era clara: quería el retorno del proyecto bolivariano de integración continental para el siglo XXI. “Estamos en la corriente que se levanta desde México hasta Argentina, pasando por este Caribe nuestro, democratizadora y con un nuevo signo”.
La insurrección. A pesar de su juventud, ya que apenas tenía 44 años cuando ganó las elecciones, Chávez llevaba tras de sí el bagaje de haber estado dos años preso por haber protagonizado el intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992.
Al hablar de esa rebelión, Chávez apeló a las palabras pronunciadas por Matías Ramón Mella: “Yo no cargo el puñal del asesino alevoso ni la tea incendiaria ni los voy a instigar a una rebelión sin sentido; pero también tienen que entender los dominicanos que cuando un pueblo está oprimido no tiene más salida que la insurrección. Más criminal es mantenerse indiferente cuando un pueblo es masacrado”.
Eso, aseguró Chávez, pasó con las dos rebeliones que hubo contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Para Chávez, desde 1958 los modelos partidistas instalados en su país lucían como barcazas podridas. Por eso entendía que los líderes tradicionales se habían desgastado, como los de otros países latinoamericanos, porque cayeron en hechos de corrupción escandalosos, expropiando al pueblo del derecho a la educación y a la salud.
Su apuesta. El norte de Chávez era levantar la bandera del “humanismo económico” contra el “neoliberalismo salvaje”. Este humanismo consistía en dinamizar el aparato productivo a través de la generación de empleos, los salarios justos, el desarrollo económico y social, el petróleo y la petroquímica, la agricultura y la agroproducción, empresa y pequeña empresa.
También aspiraba a llevar inversiones a Venezuela y recuperar los más de cien mil millones de dólares de capitales venezolanos que estaban en el exterior. Chávez, además, pretendía reorganizar el gasto fiscal, cambiar la deuda por inversiones y corregir la corrupción en las aduanas.
“Somos una fuerza civilista, democrática, no andamos impulsando militarismo en América Latina y siempre hemos andado alejados de esas corrientes dictatoriales clásicas porque creemos en la verdadera democracia”, aseguró Chávez durante un desayuno que le ofrecieron los medios del Grupo Corripio el jueves 13 de agosto.
De esta forma Chávez rechazaba que el Movimiento Quinta República (MVR), que fundó para presentarse en las elecciones, estuviera inserto en una corriente militarista. Y es que, aunque procedía de las Fuerzas Armadas, Chávez afirmó que su propuesta no debía verse como la de “los militares con ansias de poder”.
Su apuesta era clara: quería el retorno del proyecto bolivariano de integración continental para el siglo XXI. “Estamos en la corriente que se levanta desde México hasta Argentina, pasando por este Caribe nuestro, democratizadora y con un nuevo signo”.
La insurrección. A pesar de su juventud, ya que apenas tenía 44 años cuando ganó las elecciones, Chávez llevaba tras de sí el bagaje de haber estado dos años preso por haber protagonizado el intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992.
Al hablar de esa rebelión, Chávez apeló a las palabras pronunciadas por Matías Ramón Mella: “Yo no cargo el puñal del asesino alevoso ni la tea incendiaria ni los voy a instigar a una rebelión sin sentido; pero también tienen que entender los dominicanos que cuando un pueblo está oprimido no tiene más salida que la insurrección. Más criminal es mantenerse indiferente cuando un pueblo es masacrado”.
Eso, aseguró Chávez, pasó con las dos rebeliones que hubo contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Para Chávez, desde 1958 los modelos partidistas instalados en su país lucían como barcazas podridas. Por eso entendía que los líderes tradicionales se habían desgastado, como los de otros países latinoamericanos, porque cayeron en hechos de corrupción escandalosos, expropiando al pueblo del derecho a la educación y a la salud.
Su apuesta. El norte de Chávez era levantar la bandera del “humanismo económico” contra el “neoliberalismo salvaje”. Este humanismo consistía en dinamizar el aparato productivo a través de la generación de empleos, los salarios justos, el desarrollo económico y social, el petróleo y la petroquímica, la agricultura y la agroproducción, empresa y pequeña empresa.
También aspiraba a llevar inversiones a Venezuela y recuperar los más de cien mil millones de dólares de capitales venezolanos que estaban en el exterior. Chávez, además, pretendía reorganizar el gasto fiscal, cambiar la deuda por inversiones y corregir la corrupción en las aduanas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Déjenos saber sus comentarios bajo la etiqueta de Anónimo, no olvide su nombre y su correo electrónico al final del mismo. Sin nombre y sin correo electrónico no publicaremos comentarios. Absténgase de comentarios ofensivos e inapropiados.
El Administrador.