jueves, 27 de diciembre de 2012

Dando látigo y buscando lástima

Solo el olvido rápido y el aturdimiento hacen posible que Danilo Medina pueda ser percibido por un segmento de la población como un presidente del que se puede esperar algo distinto a lo que fue Leonel Fernández. Además, que se presenten como novedosas, y hasta alentadoras, prácticas que son añejas en el librito de triquiñuelas populistas para presidentes novicios.

Mire, se ha orquestado con relativo buen resultado una extraordinaria campaña con las “sorpresivas” visitas de Medina a cualquier lugar escogido con rigurosa planificación para que éste aparezca dizque de sopetón. Para los medios de comunicación comprometidos con el régimen leonelista la campaña ha sido como agua fresca para ellos ofrecer diligentes a una población harta del despotismo y la fantasía del capo mayor.

Es cierto que Leonel en sus últimos períodos de ejercicio directo de la presidencia se empeñó en hacer ver que el calzaba 10 y el país era ocho, pero si nos remontamos a 1996 nos encontramos con que varias veces se quitó el saco en una cancha de baloncesto y hacía par de “griegadas” que la prensa traducía como muestras de las habilidades de un presidente vigoroso y en sintonía con una juventud que hacía décadas que se había apartado de Joaquín Balaguer, su mecenas predecesor.

No sé si era cuento, pero en aquellos días llegó a decirse que Leonel evadía a sus escoltas y que hasta se camuflaba para salir a hablar de ahí-ahí con la gente, lo que constituía un ejercicio de humildad, que es exactamente lo mismo que, en esencia, Danilo hace ahora para hacerse percibir distanciado de la soberbia de su mecenas y soporte.

Hipólito Mejía (que en paz de descanse, políticamente hablando, por supuesto) hizo cosas parecidas durante su mandato. En sus viajes por todo el país se detenía en cualquier parte, echaba un par de párrafos con quien fuera, picaba en cualquier parador y seguía andando. Nada nuevo hace Danilo.

Ahora, hay que concederle a Danilo que a diferencia de Leonel, quien primero se ocupó de entretener al pueblo para después darle el palo aceha’o, cambiando chancletas por yipetas, él dio su latigazo primero, y, taimado como ha demostrado ser, diligencia sin remordimiento que le cojan lástima, como lo expuso un creativo del pueblo en un afiche que vi en Facebook.

Es cierto que Danilo, como presidente novato, y sin calentar la silla, se pudo dar el lujo de azotar al pueblo con su paquetazo y varios préstamos aprobados por el congreso porque es presidente nominal de un gobierno viejo, pero él tiene méritos propios, sabe guillarse muy bien de mosca muerta.

El tipo va por el mismo camino de Leonel, pero, a pesar de sus primeras señales contundentes, hay quienes se empeñan en creer que Danilo no tiene las agallas para superar a su mentor en eso de decir una cosa y hacer otra. No son pocos lo que para referirse a Danilo lo hacen empezando con expresiones como: “el pobre Danilo quisiera…” o “al pobre Danilo le dejaron…”

Bueno, voy a dejarlo con este botoncito: durante toda su campaña Medina dio turismo hasta por los codos. Según él, ese sería el motor que impulsaría la economía en un gobierno suyo. ¿Y cuáles son los titulares que vemos en los medios sobre el sector turístico en estos días?: Que asaltan y matan turistas, que hay deterioro en las vías y los alrededores de los principales polos turísticos, que la inseguridad campea, y cosas por el estilo.

¿Será porque toda la potencia que necesita el motor económico se la dará el paquetazo fiscal, algo de lo que nunca habló en campaña y, al contrario, habló de rebajas de impuestos? Ya veremos hasta donde llegará dando látigo y buscando lástima.

Por hoy, me voy. Que Dios le dé una navidad en paz junto a los suyos, y que se apiade de la República Dominicana.



Rafael Calderón. Periodista dominicano residente en Nueva York

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