SANTIAGO (R. Dominicana).- El presidente Danilo Medina ha inaugurado un nuevo discurso gubernamental sobre las políticas sociales. El giro principal introducido parece el paso de la grandilocuencia del Nueva York Chiquito a la promoción de obras de baja inversión pero de gran impacto social.
En el imaginario de la opinión pública luce que se quiere sembrar la idea de que el de Medina es el gobierno de los pobres y el de las políticas sociales en contraposición al discurso de la exaltación personalista grabada en las megaobras de bajo impacto social con gran efecto mediático.
Danilo Medina es mostrado ante las cámaras como un presidente signado por la sobriedad, la austeridad y la modestia.
El discurso de las nuevas autoridades deja de lado, sin embargo, las causas estructurales de la pobreza y los límites derivados de la lógica patrimonialista del grupo gobernante, aparte del dogmatismo neoliberal de sus principales tecnócratas. Unida a esto está la dispersión de las institucionales dedicadas al combate de la pobreza cuyas acciones tienen el sello del clientelismo, lo que convierte a las personas en mendigos del grupo que controla el Estado.
“El equipo del presidente Danilo Medina tiene una filosofía diferente a la del gobierno anterior en cuanto a la política social, se notan cambios al menos en el plano discursivo y algunas de sus acciones lo alejan de las grandes obras y los grandes negocios que caracterizaron las administraciones de Leonel Fernández”, dice el sociólogo César Pérez, quien estima que ahora lo que se quiere es “formalizar la informalidad”.
Pérez considera que pese al hincapié en sacar de la pobreza a millones de dominicanos no será posible debido a que ese tipo de asistencialismo ha sido practicado en otros países de la región y ha resultado en fracaso. Esto así porque, de acuerdo con el académico, no son políticas orientadas a la generación de empleos ni al combate de las causas de la pobreza. Explica que la red de la informalidad y de la pobreza tiene otras dimensiones, como la criminalidad, la corrupción, la impunidad, la trata de personas y los problemas de género, que no se resuelven con discursos ni planes mediáticos.
Desde el 2005 el PLD puso en marcha un ambicioso programa de tarjeta de Solidad a través del cual 800,000 familias reciben un subsidio para la compra de 25 galones de gas de cocinar, 600,000 reciben una transferencia directa para la compra de alimentos, 450,000 son beneficiadas con un bono para pagar la luz y 240,000 son incentivadas con dinero para mandar sus hijos a la escuela. El año pasado el gobierno gastó casi 8,000 millones de pesos en esos renglones.
Para la antropóloga Tahira Vargas esos programas están concebidos de manera clientelista. La transferencia de dinero es para ayudar a la gente a sobrevivir pero ninguna de esas iniciativas, en su visión, solucionan las causas de la pobreza.
La meta anunciada por el gobierno de Medina es sacar 400,000 personas de la pobreza extrema, casi la mitad de la que registra el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo dirigido por Temístocles Montás durante los últimos ocho años y quien ha ubicado la pobreza en un 40 % del total de la población, con un 10 % de indigencia, cifras desmentidas por el más reciente informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) que la registró en un 42 %.
¿De dónde viene la nueva discursiva del gobierno relativa a la política social?
Durante su campaña electoral, Medina ubicó su futura administración al lado del modelo lulista del Partido de los Trabajadores de Brasil.
El “éxito” de los planes de reducción de la pobreza durante el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva es la inspiración confesada del equipo que acompaña a Medina en el palacio presidencial. Pero la pretendida cercanía que con el modelo brasileño que quiere mostrar Medina se ve bloqueada por la lucha sin cuartel contra la corrupción y la impunidad que mantiene en el gigante del Sur Dilma Rousseff, sucesora de Lula. La presidenta brasileña ha dejado claro que para sacar a 16 millones de la pobreza en su país es vital que los funcionarios ladrones vayan a la cárcel sin importar que sean de su propio partido.
El programa Quisqueya sin Miseria es una copia del programa Brasil sin Miseria. Las visitas sorpresivas a centros de servicios públicos en malas condiciones le ganaron alta popularidad a Lula. La sencillez y la sobriedad como nuevo estilo de gobernar han sido el tono de otros presidentes suramericanos como Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Pepe Mujica en Uruguay. Pero en esos países se trata de un estilo que se corresponde con los programas, las prácticas, las ideologías, las acciones y la vocación de servicio de la mayoría de esos gobiernos y de las organizaciones políticas que lo sustentan. A Danilo Medina se le conoce en el país como un político tradicional, conservador y orquestador del modelo de gobierno del PLD desde que fuera seleccionado presidente de la Cámara de Diputados por el viejo caudillo conservador Joaquín Balaguer a finales de los años ochenta.
César Pérez ve en el estilo de Medina la marca de un presidente que quiere negar el del gobierno faraónico de Leonel Fernández, pero la distinción en el estilo, añade, es insuficiente para resolver el problema de la pobreza ya que para ellos se requiere tocar los temas estructurales y de fondo, entre ellos el de la corrupción y la impunidad.
La aparición en comunidades apartadas de la megalópolis de Santo Domingo, la visita a un hospital público abandonado por el Estado, la repartición de fondos de la Presidencia en reuniones aparentemente improvisadas con cooperativa de pequeños productores pueden leerse como los signos del estilo de gobierno copiados por Medina de algunos de sus colegas suramericanos. En el fondo, conjeturan algunos, es la intencional construcción política de Medina que se expresa en el PLD como contradicción entre grupos con “estilos” diferentes.
“La política de combate a la pobreza del nuevo gobierno del PLD es contradictoria con la actitud cómplice del presidente Danilo Medina con la corrupción y la impunidad que predominaron durante los gobiernos de Leonel Fernández”, dice el politólogo Pedro Catrain al agregar que Danilo Medina y su equipo parecen más relacionadores públicos que autoridades.
Para el politólogo, las diferencias entre Medina y Fernández son solo de forma dado que ambos son parte de la misma corporación que domina el país. “La corporación PLD ha acumulado tanto dinero que puede darse el lujo de modular su engranaje y vender cierta sobriedad con el fin de asegurar su continuidad en el poder”, expresa Catrain.
El discurso social del gobierno establece que "el esfuerzo por la reducción de la indigencia y la pobreza y la ampliación y defensa de a clase media es un esfuerzo nacional que requiere un abordaje de todo el gobierno y toda la sociedad, mediante una adecuada articulación entre las políticas económicas sociales e institucionales”, un reconocimiento que coloca al gobierno frente a sus propios límites, porque articular las instituciones del Estado a la economía productiva requiere, como en Brasil ,una lucha sin cuartel contra la corrupción y la impunidad, y en esta materia la administración de Medina es sacudida por la impopularidad.
En su defensa, algunos predicen que al entrar el próximo año Medina se desprenderá del pesado fardo pesado que significa mantener en su gabinete a las principales figuras del leonelismo, del que contradictoriamente su equipo trata de diferenciarlo. Un sueño imposible, aventuran otros, porque Medina es un presidente más parecido a Manuel de Jesús Troncoso (Don Pipí), presidente dominicano (1940-1942), que a cualquiera de los presidentes suramericanos que en “apariencias” trata de imitar.
Los comedores económicos, las farmacias del pueblo, el Plan Social de la Presidencia, el barrilito de los legisladores, el plan de alfabetización, las ayudas a los pobres son todos programas separados y dispersos que obedecen a una lógica de poca integración y donde el clientelismo brota por encima del empacado.
Encima de ello, el presidente Medina nombró a José Luis Castellanos, destacado tecnócrata de la sociedad civil, como encargado de las políticas sociales del gobierno, pero permite que la vicepresidenta Margarita Cedeño continúe desempeñando el papel caritativo de cuando era primera dama y le entrega el programa de la tarjeta de Solidaridad bajo el nuevo nombre Progresando con Solidaridad.
Las contradicciones y las garatas por la dirección y el control de la integralidad de las políticas sociales de la administración de Medina y del PLD son temas de los que se habla sin rubor en las oficinas gubernamentales dedicadas a las políticas sociales, que en estos tiempos navideños se centran en entregar toneladas de cajas de alimentos para que celebran la cena de Nochebuena a unos pobres que no dejarán de serlo.
Alfonso Torres/7dias.com.do
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