Otro año perdido que no debemos repetirlo en el próximo
En estos días de fin de año, el sentimiento colectivo que prevalece es el de
esperanza, de fortalecer lo que entendemos buenas actitudes o haberes y de
recomponer todo para renacer regenerados y con fuerzas. Paradójicamente, esos
sentimientos se mezclan con el miedo e incertidumbre sobre lo que nos depara el
futuro, un futuro que casi conscientemente sabemos que ya es presente. Como
país, en términos políticos, el año que estamos despidiendo es otro año perdido
que no debemos repetirlo en el próximo.
El tiempo se marca por fracciones de tiempo convencionalmente creados y por eventos que realmente realizamos. Entre los eventos que marcan el presente año político que estamos despidiendo, podemos citar los siguientes: 1. Las elecciones presidenciales, sus resultados e impacto en los partidos que de ella participaron 2. El discurso de toma de posición del presidente Medina y la composición de su gabinete 3. El paquetoyo fiscal 4. Los movimientos de protestas contra ese paquetoyo y la impunidad a favor quienes crearon el hoyo fiscal.
El 2012 ha sido el año de mayor violación a las leyes y a la transparencia en el manejo de la administración pública. Puede calificarse como el año de los escándalos, del fortalecimiento de un poder centralizado y blindado, a través del control cuasi absoluto de las instituciones del Estado, las cuales fueron utilizadas aviesa y abiertamente para reproducirse, a través de unas elecciones claramente viciadas, para de esa manera mantener el manto de la impunidad que cubre a los desfalcadores del Estado.
De esas elecciones, en términos electorales, el PRD salió airoso, pero el hecho de no haberla ganado ha potenciado sus graves debilidades institucionales. Para esa colectividad, el año próximo se perfila catastrófico, para que sea así ha trabajo un sector del PLD junto a una cáfila política que medra económicamente aferrada a una sigla, una franquicia cuya legalidad o propiedad la determina ese sector del PLD.
Conforme a su estilo, el presidente Medina mantiene un gobierno a dos velocidades, a dos tiempos, integrando un gabinete con mucha gente del tiempo pasado con otros muy suyos pretendiendo transitar lo que él llama su tiempo: un gobierno con su sello y aspiraciones. Hasta ahora se mantiene en esa dualidad con que siempre se ha manejado políticamente, pero más temprano que tarde deberá decantarse entre lo que entiende su tiempo y los tiempos de Fernández, de eso depende el éxito o fracaso de su gestión y el futuro inmediato del PLD. Eso lo sabremos el próximo año.
Algunos analistas plantean que ineluctablemente el paquetoyo fiscal ampliará el movimiento de protestas, producirá grandes conmociones sociales en el próximo año y que eso plantearía otro escenario de lucha política. Los números que manejan algunos economistas para sostener ese aserto son impactantes, indican que realmente eso puede producirse. No obstante, para que eso suceda debe existir un bloque de fuerzas que no solamente la produzca, sino que la sostenga y provoque un cambio sustantivo en el manejo de la cosa pública que Medina dice querer hacer.
Pero, en definitiva, sólo la existencia de ese bloque puede determinar que el próximo, a diferencia del presente, no sea otro año perdido.
El tiempo se marca por fracciones de tiempo convencionalmente creados y por eventos que realmente realizamos. Entre los eventos que marcan el presente año político que estamos despidiendo, podemos citar los siguientes: 1. Las elecciones presidenciales, sus resultados e impacto en los partidos que de ella participaron 2. El discurso de toma de posición del presidente Medina y la composición de su gabinete 3. El paquetoyo fiscal 4. Los movimientos de protestas contra ese paquetoyo y la impunidad a favor quienes crearon el hoyo fiscal.
El 2012 ha sido el año de mayor violación a las leyes y a la transparencia en el manejo de la administración pública. Puede calificarse como el año de los escándalos, del fortalecimiento de un poder centralizado y blindado, a través del control cuasi absoluto de las instituciones del Estado, las cuales fueron utilizadas aviesa y abiertamente para reproducirse, a través de unas elecciones claramente viciadas, para de esa manera mantener el manto de la impunidad que cubre a los desfalcadores del Estado.
De esas elecciones, en términos electorales, el PRD salió airoso, pero el hecho de no haberla ganado ha potenciado sus graves debilidades institucionales. Para esa colectividad, el año próximo se perfila catastrófico, para que sea así ha trabajo un sector del PLD junto a una cáfila política que medra económicamente aferrada a una sigla, una franquicia cuya legalidad o propiedad la determina ese sector del PLD.
Conforme a su estilo, el presidente Medina mantiene un gobierno a dos velocidades, a dos tiempos, integrando un gabinete con mucha gente del tiempo pasado con otros muy suyos pretendiendo transitar lo que él llama su tiempo: un gobierno con su sello y aspiraciones. Hasta ahora se mantiene en esa dualidad con que siempre se ha manejado políticamente, pero más temprano que tarde deberá decantarse entre lo que entiende su tiempo y los tiempos de Fernández, de eso depende el éxito o fracaso de su gestión y el futuro inmediato del PLD. Eso lo sabremos el próximo año.
Algunos analistas plantean que ineluctablemente el paquetoyo fiscal ampliará el movimiento de protestas, producirá grandes conmociones sociales en el próximo año y que eso plantearía otro escenario de lucha política. Los números que manejan algunos economistas para sostener ese aserto son impactantes, indican que realmente eso puede producirse. No obstante, para que eso suceda debe existir un bloque de fuerzas que no solamente la produzca, sino que la sostenga y provoque un cambio sustantivo en el manejo de la cosa pública que Medina dice querer hacer.
Pero, en definitiva, sólo la existencia de ese bloque puede determinar que el próximo, a diferencia del presente, no sea otro año perdido.
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