Ahora que el presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado, ha alcanzado su propósito de expulsar a quien no pudo vencer en las primarias del PRD, como parte de su pregonado propósito de disciplinar la organización, parece saludable ayudarle a continuar en esa misma línea, revisando las denuncias sobre el financiamiento de la campaña electoral del 2008 con dinero proveniente del narcotráfico y las líneas de crédito que, se dice, alguien en ese partido obtuvo del Banco de Reservas para ayudar a subsanar finanzas personales afectadas por el costo de esa campaña.
Un partido disciplinado, coherente con sus principios, como aspira dirigir el actual presidente del PRD, no puede darse el lujo de llevar consigo el estigma de una vinculación con dinero sucio, resultante del crimen organizado, ni puede cumplir con su tarea de oposición, vital en una democracia, más en un país sin instituciones fuertes como la República Dominicana, si alguien ahí dentro se encuentra atado con la clase de compromisos que se deriva de un auxilio financiero que en su momento pudo ser la diferencia entre la pérdida de todo un patrimonio familiar y la preservación de ese patrimonio.
De manera pues que el entusiasmo que dominó la expulsión del expresidente Mejía y otros dirigentes del PRD, por el grave delito de haber obtenido apenas un 47% del sufragio del año pasado y no haber sido capaces de vencer la oposición interna ni el uso desmedido de los recursos públicos en su contra, debe prevalecer en esa nueva tarea. Un esfuerzo para lograr esta vez el adecentamiento de las estructuras partidarias, expulsando también, y de por vida para proseguir la tónica, a todo aquél que por despecho o resentimiento, prefirió alianzas sórdidas con el adversario, probablemente no gratuitas, para evitar su vuelta al poder.
Una misión que con toda seguridad elevará al señor Vargas a la cúspide, sin necesidad de una corbata azul.
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